En el siglo XVII, una atípica y garrida peregrina, ponderaba así la Colegiata de San Isidoro, que entonces se llamaba de San Isidro: “Si yo fuera muy devota, en lo que yo me había de ocupar era en ver a San Isidro de León, pues aquella casa, en reliquias preciosas, es una Jerusalén; en indulgencias, una Roma; en grandeza de edificios, un Panteón; en religión, la anacoreta; en coro, un cielo; en el culto divino, riquezas, brocados, plata y oro, un templo de Salomón”. Sabemos que, en aquella época, la Colegiata era eso y mucho más, Sin embargo, lo que siempre ha atraído al pueblo leonés hacia su Basílica no son los tesoros de su pasada riqueza, ni esas calificaciones excepcionales, sino la presencia permanente del Santísimo Sacramento solemnemente expuesto por privilegio inmemorial. ¿Cuándo comenzó la Exposición perenne en San Isidoro? No lo sabemos. En el siglo XVI, ya tenemos una información amplia y segura: los Estatutos del Dr. Navarro, el testimonio del canónigo centenario Dr. Silíceo, el cronista Ambrosio de Morales y el testimonio, en 1593, del Nuncio de S. Santidad, Camilo Cayetano, quien testifica que en San Isidoro de León, “por Privilegios e Indultos apostólicos, está siempre patente…
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